Laberinto
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Sumergir la voz en ese laberinto,
las palabras, los signos,
verter el fuego la piedra profana,
sumergirlos para qué,
una prisión que cesa con la muerte,
flechas intentos de ser hombres,
acaso acariciarse con los dioses,
verter en este laberinto la sutura,
la sangre de los siglos,
la insolencia a rebasar nuestro mismo cuerpo,
agrandar el laberinto para tejerse más salidas,
para verter más muertes y más segundos,
más escafandras y tibiezas en la piel
para ahogarse a sí mismo en la conciencia.
Morir sabiéndose mortal
pero intuyéndose en los dioses,
intento último, el primero de abrazar el círculo, la voz,
la imagen propia perdida de la risa.
José Cedeño
