Ecos del jueves
Los arcos de la noche ya están tensos
y proyectan dos flechas de café expreso
pero temen al cielo
a ese espejo verde que se ríe como un árbol
ya no queda más fuerza en mi organismo
que esa que mueve el motor de los bostezos.
Cada paso es una campanada
en una ermita desierta
pero los perros siguen dormidos,
arrullados por las hojas
y su canción de cuna.
Atravieso el jardín como una mosca
atraviesa los días,
con miedo a las telarañas de vidrio
y con un hambre que no duerme.
Si las almohadas de aire no huyeran
caería con todo el peso de mis párpados
e inhalaría al mundo en un ronquido.
El camino a casa es una serpiente
que no ha encontrado su cola
y no muerde nada.
La piel será una noche de grillos agripados
sin abejas y sin helicópteros sobre mi cabeza;
aún no aparecen las zetas que han de sobrevolarme.
Ecos del jueves