Desde mi Bunker
Hay una gota cayendo. No es una gota sino una secuencia de ellas, diría yo. Están todas
cayendo al mismo punto, suicidas de la misma causa. Podrían ser sangre de una vida
extinta, o la de una moribunda que desangra sin poder pedir ayuda; podrían ser lluvia,
podrían ser filtraciones de un retrete blanco o de uno verde.
Hay una gota más cayendo, una lenta, una atrasada, una que anuncia que van siendo
menos las que siguen, una que predica que su vida va y que nos vamos todos con ella.
Golpeará el mismo lugar y no dará de sí reflejo alguno, sin saber que hay quien la piensa, o
sabiendo que no habrá quien recuerde.
La inmovilidad, la carcelera y estrecha conciencia que me dicta la supervivencia, me
retiene aquí contando gotas, como si en la caída de una de ellas fuera a hallar el tan ansiado
escape. La gota que cae del cuchillo es de sangre, la que cae de la frente es de sudor, la de
la boca es saliva. La boca es quien sacia el hambre, el hambre es quien se extiende y nos
consume. El hambre deviene en locura, y la locura se convierte fácilmente en realidad
común cuando somos pocos rondando. Lo común es cuestión de mayorías. Las mayorías
están extintas. La mayoría eres tú, encerrado, inmóvil, carcelero de tus propias hambres y
tus propios pensamientos.
¿Importa acaso por qué acaba? ¿Fueron ellos, fuimos nosotros, fueron otros? La
gota que cae del cuchillo alimenta, y eso es lo que importa. La gota que cae de la frente se
bebe, y eso es lo que importa. La gota de saliva exprime los jugos del otro, y eso es lo que
importa. También importa la bala que atraviesa el cráneo, y la sed que no se extingue, y el
hambre que no se satisface, los hijos que no nacen, las voces que ya no hablan, las
memorias que ya no recuerdan. Me importas tú, que mueres en mis manos, me importan
estas gotas que son tu sangre, me importan estas gotas que son tus lágrimas, me importan,
pues, al darte fin, amigo o enemigo, viviré otro día, un día más para esperar al filo, un día
más bebiendo sal. Replegado, aquí adentro, con todos mis hermanos y ancestros, despido a
aquellos que fueron fruto de nuestros desvelos.
Las gotas dejarán de caer. La sangre dejará de fluir. La máquina se oxidará. La hoja
mellada se quebrará. Las lágrimas se secarán. Y yo, que sigo vivo, moriré mañana, y no
habrá memoria, no habrá templos, no habrá ofrendas, no habrá sacrificios, y el sol al fin no
saldrá más.
Israel Pérez Sanjuan
(17 de Septiembre de 1983, Distrito Federal, México), estudió
Ciencias de la Computación en la Facultad de Ciencias, Ciudad Universitaria. Desde muy
pequeño se interesó ampliamente en la literatura. Comenzó a escribir historias durante la
secundaria, aunque no fue sino hasta la universidad que se enfocó en desarrollar un estilo y
mejorar la estética y la profundidad temática de sus textos. Tiene predilección por la
literatura introspectiva, de corte reflexivo y filosófico, así como por los temas sociales y el
surrealismo. En la computación, se interesó académicamente por el área teórica de
Verificación Formal, aunque decidió enfocarse en aspectos más prácticos en su vida
laboral. Cuenta con un blog en el que escribe cada que el tiempo y la inspiración lo
permiten (http://euphratesriver.wordpress.com). Actualmente se dedica al desarrollo de
sistemas de información, y se encuentra trabajando en dos novelas y un libro de cuentos.
bueno !!!
Muchas gracias…siempre es bueno recibir opiniones… 😀
muy buena
Me gusta 😛
Muchas gracias a todos los que han votado 🙂
Me agrada tu concepción de lo inevitable
Like
Han notado que no siempre que votan aparece el voto? Si algo así les pasa por favor coméntenlo para avisarle a los organizadores del concurso…gracias… 🙂
no han tomado en cuenta mi voto tampoco
que onda Israel…recientemente vi tu mensaje..y con gusto puedes usar mi cuento…un saludo y abrazo
asi quisiera que me apoyara maricela……. ):
que no daria por tener cariño y apoyo asi de maricela…….pero soy un fracasado……